“El flujo del espíritu humano” lo escribí en China durante el verano del 2011, en que tuve el privilegio de pasarlo en Shā Xī, un antiguo caravasar de la ruta del té y los caballos, ubicado en la provincia de Yún Nán. Lo escribí y lo olvidé. Hasta ahora.
Lo escribí para explicar que la vida se decide en el Cielo y tiene sus raíces en él, pero se expresa en la Tierra mediante la diversidad del Qì. Esta diversidad se contempla primariamente como yīn yáng, pero en el momento en que el Qì se expresa realizando alguna cosa, entonces se convierte en yīn yáng Qì, simplemente porque la vida comporta siempre un ritmo y una composición, y porque yīn y yáng son la doble expresión del Qì, nunca dos Qì. Pero teniendo en cuenta que la noción de yīn yáng no es suficiente para explicar la diversidad de la vida, poco a poco el desarrollo de esta visión del Qì se fue concentrando en las cinco fases o cinco movimientos.
La Teoría de las Cinco Fases nos proporciona una manera de entender cómo cada cosa desarrolla sus propios movimientos debido a la cualidad de su Qì, pero también nos permite reconocer esta cualidad y registrar el estilo de los movimientos que animan las cosas, los fenómenos, las situaciones, las personas. Se trata de una comprensión entre cinco, lo cual significa que cualquier situación, cualquier fenómeno, cualquier cosa puede clasificarse entre cinco, y es por esta razón que existen cinco virtudes, cinco colores, cinco sonidos, cinco sabores…cinco de muchos aspectos.
Y, seguramente, la única manera de entender el funcionamiento humano - y con ello la salud y la patología- es a través de la comprensión de los movimientos del Qì como elemento universal que también se expresa en el organismo de los hombres y de las mujeres. Las cinco fases juegan un papel central en la organización de esta visión. Y, en la medida en que seamos capaces de entender los movimientos del Qì, nos será posible entender su funcionamiento y su expresión en las personas, puesto que no tan sólo radican en ellas, sino en todas partes.
